Acabo de mantener, bajo la forma parlamentaria de una Interpelación Urgente, un debate con Cristina Garmendia, Ministra de Ciencia e Innovación, sobre el sistema estatal de I+D+i. He presentado ya la moción, que como consecuencia de tal interpelación, someteré a votación en el Congreso, en nombre del grupo vasco del PNV, en el primer pleno del nuevo año 2010.
El lector quizá recuerde otra Interpelación urgente que, en este mismo campo, presenté, en nombre del PNV, allá por el inicio de la legislatura, sobre la transferencia a Euskadi de la competencia en I+D+i. Tuvimos, y hubo en Euskadi, en el entorno de aquella interpelación, un debate agrio, como seguramente recordará también el lector. Como supongo que recordará, también, el que, a pesar de aquel debate y del posicionamiento inicial contrario a dicha transferencia tanto por parte del PP como del PSOE, la misma, tan peleada durante tantos años, se produjo finalmente como contrapartida del apoyo parlamentario del PNV a los presupuestos del Gobierno de Zapatero del año 2009.
Recuerdo estos dos hechos con un doble objeto. Primero, como muestra de que la I+D+i es uno de esos temas, casi obsesivos, que tenemos y al que dedicamos nuestros mejores esfuerzos en el PNV. Con esa obsesión arrancamos la actual legislatura y terminamos la anterior. Y con esa misma obsesión seguimos en este final de 2009 e inicio del 2010. Y, segundo, para, desde esa obsesión, lanzar una renovada llamada de atención y de alerta sobre la “encrucijada” en la que, a nuestro juicio, se encuentra el sistema de I+D+i estatal. El de Euskadi, también.
“Las urgencias de la crisis ponen en peligro el cambio que necesita Euskadi”, leí a Pedro Luis Uriarte, antes de que, con el PSE al frente del Gobierno Vasco, abandonara Innobasque. Pensé entonces, y pienso ahora, que llevaba toda la razón. Y no sólo la referida a Euskadi. No menos, la referida a España.
Esta es una de las tres encrucijadas de las que le hablé a la Ministra en la interpelación. “La profundidad de la crisis ha forzado a los gobiernos a focalizar su atención y empeños en el corto plazo. Han estado más interesados en preservar empleos que en reformas estructurales”, escribía en fechas recientes la revista The Economist. Llevaba también razón. No hay forma de salir de esta encrucijada, francamente complicada, si no se atiende debidamente y se actúa decididamente en un pilar indiscutible de futuro: la innovación.
No es poco el riesgo de que esto ocurra en España. Y es, también, cada vez mayor, el de que ocurra en Euskadi.
No hay más que mirar la situación, realmente complicada, en la que se encuentra ahora mismo el Ministerio de Ciencia e Innovación de Cristina Garmendia y la mezcla de inacción y pasos erróneos que viene dando el Gobierno de Lopez en este campo.
Creo sinceramente que vienen tiempos para la alerta y para una acción decidida tanto allí como aquí.
Por lo que respecta al Ministerio regido por Cristina Garmendia, basta recordar que, en apenas dos años, hemos vivido los siguientes percances, siempre problemáticos. Primero fue la puesta en marcha de un nuevo Ministerio, tema siempre difícil, complejo y laborioso. Máxime si, como pudimos comprobar todos, se echa a andar con una falta de definición política clara del papel que se le reserva a de dicho Ministerio, dando lugar, de esa forma, a luchas por el poder, tal como ocurrió, a la vista de todos, entre el Ministerio de Industria y el nuevo Ministerio. Detrás vino la división en dos del propio Ministerio: Universidades por un lado; Ciencia e Innovación por otro. En fechas recientes, ha venido la crisis por la que la Ministra ha cesado a su segundo, por evidente falta de sintonía y entendimiento. ¿Puede en estas condiciones jugar ese Ministerio el papel protagonista que, sin embargo, debiera jugar en el relanzamiento de la llamada nueva economía sostenible? Difícilmente.
A la misma, o peor conclusión estoy llegando, tras observar lo que está ocurriendo, y, todavía más, tras hablar con unos y con otros de las “nuevas” políticas y de los nuevos rectores públicos de la I+D+i del Gobierno vasco.
En todo caso, no he presentado la interpelación para hablar ni del Gobierno español ni, mucho menos, del Gobierno Vasco. La preocupación que me llevó presentarla ha sido el diagnóstico al que hemos llegado en el grupo vasco sobre el sistema estatal de I+D+i. Sobre eso pregunté a Cristina Garmendia.
El Ministerio de Ciencia e Innovación no ha clarificado hasta el presente sus posiciones en el tema. De ahí el evidente retraso que se le ha acumulado en la presentación de la llamada Nueva Ley de la Ciencia. Las escasas informaciones de que hemos podido disponer hasta ahora sobre los contenidos que pudiera tener la misma nos han vuelto hondamente temerosos. Todo apunta a que pueda responder más a esquemas e inercias del pasado que a visiones y planteamientos de futuro. Todo ellos nos ha llevado a esta iniciativa, que sustancialmente consiste en escribir, negro sobre blanco, aquellos principios que, a nuestro juicio, deben informar dicha ley.
El sistema de ciencia y tecnología con el que hemos venido trabajando desde el 96 (fecha de la entrada en vigor de la Ley de ciencia, hoy todavía vigente) requiere de un giro claro que la oriente hacia la innovación y hacia la demanda. Es necesario dar, de una vez, aquellos pasos, legales y/o de otro orden, necesarios para incorporar decidida y urgentemente a la Universidad a estos mismos empeño y dirección. Es necesario proclamar, y actuar desde la administración, en términos de igualdad de oportunidades para el conjunto de agentes del sistema, públicos y privados. Es necesario transformar, a fondo, el CSIC con esta misma orientación. Hay que ir olvidándose, cuanto antes mejor, de que el marco de juego real de la I+D+i sea el estatal. Es el mundial, en su globalidad, y más nos vale enfrentarnos a ese marco desde una posición común europea. Hay que huir de las improvisaciones y de las arbitrariedades. Es necesario definir marcos estables en todos los órdenes. Entre ellos, un marco presupuestario plurianual. Y es necesario establecer y actuar con criterios objetivos de evaluación.
No menos necesaria es una nueva gobernanza, público-privada. Gobernanza que debe basarse, en un primer momento, en la clarificación del papel conjunto a jugar en el mismo por todas las Instituciones públicas, desde el pleno respeto competencial, desde la colaboración inteterinstitucional voluntaria entre ellas, y desde el encaje y complementariedad de las políticas en el marco comunitario europeo.
Es necesario dar pasos, y darlos con urgencia y decisión, en esa dirección. Antes de que sea simplemente tarde. Ello lleva consigo la necesidad de una nueva estrategia y de nuevos Planes de ciencia y tecnología, elaborados en base a los principios arriba recogidos. Es necesario, a través de ellos, trazar una nueva visión y unos objetivos claros y precisos, definir las áreas prioritarias a impulsar, establecer las reglas básicas de juego a las que se someterá la administración pública, definir el mapa de instalaciones investigadoras singulares y de establecer sistemas de evaluación objetivos.
En esa misma dirección apunta la nueva estrategia que, en estos momentos, articula la Comisión europea bajo la denominación de UE-2020.
He visto, a menudo, aquí en Euskadi y allí, en Madrid, gente excesivamente complacida con lo que tenemos. No se me oculta que los datos comparativos Euskadi/Madrid dan pié aquí para ello. Pero, como le dije a la Ministra, yo me apunto, en el mejor de los casos, al vaso medio vacío, no al medio lleno.
No lo hago por masoquismo, ni por no reconocer los esfuerzos que se han llevado a cabo, por parte de unos y de otros, en el pasado. Lo hago porque creo observar, aquí y allí, el riesgo de que lo urgente no deje ver lo importante, el peligro de una cierta desactivación, incluso de eso que suele denominarse una cierta funcionarización , y, sobre todo, temo la falta de aliento y osadía para hacer frente a los retos que, incluso para los mejores, más avispados y más proactivos, van a ser difíciles.
No tenemos, lamentablemente, ni aquí en Euskadi ni allí en Madrid, gobiernos de los que uno se pueda fiar debidamente para movilizar todo esto.
El mayor error que, en tales circunstancias, podemos cometer todos, partidos, entidades o empresas, es el de mirar para otro lado, dejar no-hacer. Como si el tema no fuera con nosotros, o alternativamente, como si, quedándonos simplemente a la espera, las cosas fueran a venir por sí mismas algún día.