En campaña, escucho estos días a Joseba Egibar contar cómo, con ocasión de una reciente mesa redonda (a la que se negaron a asistir los Lopez -PSE-PSOE- y los Basagoitis –PP-), Arnaldo Otegi, ante la pregunta formulada desde el público sobre si era igual que el Lehendakari fuera Ibarretxe o Lopez, deambuló dialécticamente de aquí para allí, y de allí para aquí para, en resumen, terminar concluyendo que sí.
La ventaja de una campaña en la que uno se dedica a repartir votos y propaganda, y asistir a los mítines, es que le concede tiempo para la reflexión. Y, a decir verdad, en más de una ocasión, ha dado vueltas por mi cabeza, estos días, esta penúltima toma de posición política de la que gusta denominarse a sí misma “la izquierda abertzale”.
Estas reflexiones se me han mezclado con las que, así mismo, ha suscitado en mí la re-visita, en campaña, de Felipe Gonzalez a Eibar, 33 años después de los hechos que todavía muchos recordamos ocurridos entonces en el frontón Astelena de la ciudad armera, y, al día siguiente, en el Hotel Lintzirin de Rentería, con ocasión del primer mitin del PSOE en Euskadi.
Recuerdo brevemente aquellos hechos: cuando todavía por aquí los partidos políticos vascos no tenían forma de hacer mítines, Felipe Gonzalez, el PSOE, vino a Eibar a dar un mitin en el frontón Astelena. La presencia de determinadas personas –del ámbito de la izquierda nacionalista según recuerdo- en las inmediaciones (y no recuerdo si también en el propio Frontón), reclamando, a voz en grito, igual derecho para todos o alternativamente para nadie, derivó en un grado de conflictividad, incluso callejera, que suscitó no pocos nervios, pasiones y disputas.
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